Recibí ayer vía retuit un tuit que me dejó boquiabierto: Alguien había fotografiado a un grupo de personas conocidas/famosas en la ciudad pasando una noche de celebración en un discobar y no tuvo otra ocurrencia que colgar la foto.
Afortunadamente, y pese al morbillo de la situación, solo hubo dos retutis, suficientes, no obstante, para que la viralidad de la red potenciara la difusión de lo que no tiene interés alguno, ni público ni privado.
Existe el derecho a la privacidad, que no solo es exigible a los medios de comunicación convencionales. No había en la foto interés público alguno ni siquiera por el hecho que el acceso al local lo fuera, concepto este que siempre es relativo.
No tuvo la gallardía de sacar la foto dando la cara. Fue "robada", con los involuntarios protagonistas de espaldas (uno de ellos distinguible de perfil), aunque el circunstancia paparazzo se encargó de relatar quiénes estaban de farra.
Cito el tuit como síntoma.
En esta situación, han perdido valor conceptos como el pudor, la prudencia en los juicios sobre los otros o lisa y llanamente el respeto que se produce de reconcer en el otro un semejante y no un terminal de un ordenador.
Sesudos estudios hay sobre este fenómeno que tiene su traslación a la vida diaria en fenómeno impúdicos y exhibicionistas como los "realities" o la profusion de injurias o intromisiones en la vida privada de los convecinos como se ven atrincheradas en los apodos o en los comentarios anónimos.
Recomiendo al respecto un libro del pensador Nobert Bilbeny, quien ya en una época digitalmente temprana como 1997 reflexionaba al respecto: "La revolución en la ética (Hábitos y creecias en la sociedad digital"), editado en Anagrama.
La experiencia me dice que las redes sociales sosiegan este fenómeno. Por lo general, son menos proclives al anonimato (que no tiene por qué ser coartada de la falta de respeto). Los usuarios son más dados a identificarse, lo cual atempera ánimos y aporta un grado de prudencia recomendable.
El nivel de seguridad en estas herramientas depende en buena parte de cada cual, de lo que expone de sí mismo y de su vida. Me resultan excesivas las enormes reservas que transmite el protagonista de la información de hoy en el diario sobre los riesgos en internet, aunque seguro que tiene al respecto una opinión más fundada que la mía, basada en observación e intución, sin pretensiones de certeza.
Discrepo, por ejemplo, sobre sus afirmaciones sobre la identidad. La relación humana se basa en el reconocimiento mutuo y ocultarlo en internet con la seguridad como argumento resta calidad humanda.
Me preocupa más lo que los demás hagan de uno mismo en la red, un aspecto del todo incontrable, o casi totalmente. Como en el caso del tuit sintomático cuya referencia abre el post.
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Postdata de post: He dudado en aportar más datos sobre los protagonistas de la foto. No lo he hecho porque no quiero darle pábulo a lo que no interesa; aunque he sopesado hacerlo porque siempre puede argumentarse aquello de que si lo has mentado, por qué no contarlo todo. Pero ha podido el no. Es mejor pecar de prudente.
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