jueves, 15 de marzo de 2012

Más cafés y tal vez menos internet




Por algún ignoto problema de conexión me encontré en la apertura del Congreso de Periodismo Digital más pendiente de la chamarilería cibernética que del contenido.

Opté por la desconexión en lugar de la reconexión infrucutosa y por volver al papel; más que nada para no perderme lo sustantivo. Ponencias después, Pere Rusiñol advirtió de que la obsesión por la inmediatez que propician los nuevos artefactos tecnológicos resta tiempo para los recomenfables cafés con fuente, método clásico de obtención de hilos para historias de interés.

Los cafés a los que añado los corrillos, siempre productivos tras convocatorias habituales de funcionarial grisura y en muchas ocasiones estólido contenido.

Lo reconozco: me trae de cabeza recomponer hábitos de trabajo para compatabilizar ambas actividades.

Maurizio Carlotti había responsabilizado al periodista del cuidado de sus informaciones frente a las prisas. No puedo estar más de acuerdo. Le faltó afrontar el origen de las urgencias. Ahí podría haberse pillado el argumentario de una muy interesante ponencia a la que, en algunos momentos -como en el citado- se le vio un andamiaje precario.

Con todo, me gustó. Llegaba prejuicioso a su apertura. Ya lo reconocí en tuiter. Son fatales las ideas preconcebidas.

Al margen de ejercitar los dedos sobre la pantalla, los mejores momentos llegaron fuera de la sala de congresos, en reecuentro con amigos, saludos a viejos conocidos y la concreción de una vieja aspiración: reconorme en persona rendido admirador de José Martí Gómez.

Tras deambular en el rededor del estudio provisional de los compañeros de Radio Huesca, donde Martí Gómez participaba en una entrevista, vencí la timidez cuando ésta concluyó y le pedí al maestro que me dedicara el libro "Ellas" que ha editado en eCícero, la editorial de sustanciosos opúsculos que ha puesto en máquinas (y en ebook) Fernando García Mongay.

Dicho y hecho. Me atrevo a recomendar dos libros fascinantes del periodista barcelonés: "Amor y muerte en la oficina" e "Historias de asesinos".

Entrevistó Martí Gómez a Carles Porta, autor del libro Fago, que ya figura en mi "bibliopilón" de las obras en espera. Señaló con tino la espectacularización del juicio. En un breve aparte antes de su intervención le comenté que en aquellos días en los que me tocó cubrir la vista oral me sentí abrumado por la inflación informativa, acostumbrado a una Audiencia con un puñadín de periodistas.

De Fago, como de todos los crímenes, se han escrito, dicho y filmado en avalancha. Y siempre queda otro tanto por escribir y por descubrir, más allá de la verdad judicial, que no agota ni la verdad material ni mucho menos la verdad, así sustancial sin la adherencia del adjetivo.

Carles Porta escribe desde otra perspectiva, frente (que no tiene que ser en contra) de sus compañeros, los que formábamos el muro al final de la cuesta de la calle de Moya que cada mañana avizoraban desde el Coso Alto la hermana de Santiago Mainar, el equipo de abogados de la defensa y el propio Carles Porta.

El fiscal del caso, Felipe Zazurca, ha proclamado en alguna ocasión (vista oral se entiende) que en una sala de justicia no se juzgan personas (una trayectoria vital, en un juicio a la totalidad) sino comportamientos (hechos, por tanto). No sé si lo dijo en aquellos procelosos días de apreturas, agobios, sesiones interminables, tensiones contenidas, prisas (sí, prisas también) y la sensación, que confirmó la sentencia, de una autoría compartida que la investigación no pudo -o no supo- convertir en certeza. Carles Porta dejó ayer claro que "el sistema" y con él la profesión periodística en general pre-juzgaron a Mainar.Y aquel pre-juicio fue a la persona y no al comportamiento colegí recordando el aserto del jefe del Ministerio Público en nuestro ámbito.

El crimen es un despertador de la conciencia, apuntó Martí Gómez en su intervención.

La sala de vistas como el escenario de una catarsis, la que propician las historias del envés de la vida, añado modestamente.

Mañana más, con la dedicatoria de Martí Gómez ya en el zurrón. Más cafés y tal vez menos internet.

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